
Las empresas adoptan un nuevo modelo para evaluar el rendimiento humano
Este modelo permite evaluar el rendimiento humano desde lo personal, lo técnico y lo estratégico, mejorando la toma de decisiones empresariales.

En un contexto donde las evaluaciones de desempeño suelen basarse en métricas fragmentadas o percepciones subjetivas, surge una alternativa más integral para medir el verdadero rendimiento de los colaboradores. Se trata del “Modelo de 3”, una herramienta visual y práctica que permite a líderes empresariales evaluar con mayor claridad el estado real de sus equipos, más allá de los simples resultados.
Este modelo propone analizar el desempeño a partir de tres dimensiones: personal, aptitud y rendimiento. La dimensión personal contempla aspectos como la estabilidad emocional, la salud física y los niveles de energía, factores esenciales que suelen pasarse por alto pero que inciden directamente en la productividad. En cuanto a la aptitud, se evalúan conocimientos, experiencia y actitud frente al cambio y el aprendizaje continuo. Finalmente, la dimensión de rendimiento se enfoca en la ejecución estratégica, el cumplimiento de objetivos y la capacidad de anticipación.
A diferencia de los métodos tradicionales —como revisiones anuales o análisis de resultados aislados— este enfoque permite detectar si los logros de un empleado son sostenibles o si están siendo alcanzados a costa del desgaste personal. Además, ayuda a identificar si los colaboradores poseen las herramientas necesarias para enfrentar desafíos futuros, ofreciendo una visión más completa para la toma de decisiones.
El “Modelo de 3” no solo busca detectar el estado actual de cada miembro del equipo, sino también guiar acciones concretas. A través de un proceso de evaluación que contempla varias capas de análisis y una puntuación cuantificable en cada dimensión, los líderes pueden diseñar estrategias más acertadas para el desarrollo, apoyo o reorientación del talento humano.
Implementar esta metodología puede marcar una diferencia significativa en áreas clave como ventas, liderazgo o gestión de equipos. Al comprender mejor lo que impulsa —o limita— el rendimiento individual, las organizaciones pueden construir equipos más resilientes, efectivos y preparados para el futuro.